Cualquier día
para mi es el indicado, el mejor. Amanezco, respiro, siento, sacudo. No
necesito mucho para ser feliz. Pido todas las noches, amo todos los dias. Todo
lo que me viene sucediendo son cosas buenas ¿estaré lo suficientemente
agradecida?. Creo que no. Tengo un Dios que me mima, que me ama, que me malcría.
Me acostumbré a ser feliz, no creo que eso tenga algo de malo.
No imagino
mi vida sin esta sensación agradable, sin pasar mis días fuera de ese olor a
hospital, de ese sufrimiento que me enriquece, que me enseña, que me abre la
cabeza como una ventana de un tamaño descomunal. Es una paradoja, yo siendo
feliz entre tanto sufrimiento. Pero no lo puedo evitar. No quiero evitarlo
tampoco.
No imagino
mi vida sin un libro, sin un mate, sin mi guitarra, sin cantar esas canciones
que tanto amo, sin mis tics, sin mi habitación, sin besar a extraños, y
mezquinarle besos a los conocidos que me regalaron dulces sabores, esas mezclas
raras que a todos le dan asco, y que a mi me fascinan. Vino con gusto a sandia
y cigarrillo. Ojos marrones, lenguas ásperas, manos con callos, uñas mal
cuidadas, pelos enrulados, rodetes, anteojos, esos nerds que a nadie le atraen
y que a mi me “enamoran”. Es un decir, jamás me enamoré.
No imagino
mi vida sin Benedetti (un vicio de mis días grises) sin Lisandro, sin Serrano,
sin mi querido Silvio, sin leer una vez al mes a mi querido niño principito,
sin alguna parábola bíblica, sin tejer pulseras, sin regalar algo, sin tener
algo en que ocupar la mente y mis manos.
Lo que si
imagino es que cada día que pasa tiene 24 horas. Para mi son muchas menos. Somos
instantes, formados por una extraña conjugación de sentires y decires, de
llanto y risas, de cielo e infierno. Somos instantes, somos risa, agua, vida,
soles, lunas, noches, estrellas, colores, árboles, fotosíntesis, músculos,
piel, tejido subcutáneo, arterias, venas y nervios, cavidades y miembros, sexo
y relación. Paz. Esperanza. Somos instantes
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